lunes, 24 de junio de 2019

La gran aventura de Al - Capítulo 6

Al y el cangrejo, ahora fusionados en un único ente, eran más poderosos de lo que Nadia ni nadie habría imaginado jamás. Podían ver a través del espacio y el tiempo, vislumbrar el espacio intramolecular, sentir todas las supernovas sucediéndose simultáneamente en todo el ancho y peso del universo y, lo más importante, lograr afinar un la sostenido con una cuchara y el reactor de un Boeing 737. Por desgracia, ninguna de esas asombrosas habilidades los salvaría de todos los topos con picos-metralletas que en ese momento estaban a punto de terminar con su miserable vida.

—¡Oye Al!
—¿¡Quién me está hablando!?
—Soy yo, el cangrejo radioactivo.
—Ah, entonces soy yo.
—¿Tú?
—Somos un único ente, lo pone arriba.
—Ah, es verdad, me he convertido en un único ente muy poderoso.
—Sí, y ahora que somos un único ente poderoso puedo crear un cataclismo que puedes aprovechar para librarnos de todos esos topos que me están molestándote y huir lejos, para así poder iniciar la gran vida que soñaste tiempo atrás.
—¿De qué diantres estoy hablando?
—Es hora de que ejecute el plan K.
—¿¡El plan K!? ¿Estoy seguro?
—Sí, podremos con ello, confío en mí.

Dicho y hecho, el cangrejAl levantaron las manos hacia el suelo y empezaron a pronunciar las palabras prohibidas del gran libro prohibido, "Manual para los buenos modales y la etiqueta en reuniones de «petit comitè» de la Señorita Cthulhu". Una vez pronunciadas, nada sucedió. Los topos se aburrieron soberanamente y se fueron, no sin antes disparar una ráfaga de disparos en dirección a nuestro único ente intradimensional favorito. Las balas atravesaron su cuerpo, creando multitud de orificios con formas geométricas perfectas, como las de un dodecaedro o un corazón.

—Nos han disparado.
—Bueno, técnicamente me han disparado a mí.
—¿Qué más da? Es decir, somos un único ente, creo que ha quedado bastante claro, es la sexta vez que lo decimos.
—¿Y por qué hablamos en líneas de diálogo diferentes?
—Ehm... eso es cosa del autor.
—Autor, ¿tienes algo que explicarnos?

Uy... vaya, creo que me habési pillado. Vale, sí, lo reconozco, Al y cangrejo no se habían convertido en un único ente... En realidad es más parecido a cuando comes una ensalada de pepino, tomate, lechuga y grava, que sientes unos retortijones tan fuertes que proyectas tu condición de ser a un plano superior y trasciendes la realidad a todos los niveles posibles de conocimiento sobrehumano. Y también te entran ganas de ir al baño, a ducharte, concretamente. En efecto, la lechuga me sienta bastante mal, por eso el médico me ha prohibido todo tipo de marisco: cada vez que comía cóctel de gambas me sentaba como una patada en el estómago.

El caso es que Al y cangrejo no eran un único ente: eran un único ante, adornando unos bonitos zapatos marrones de la talla 97. Y como los zapatos no pueden morir, qué más da que les hayan disparado (por todos es conocida la extraordinaria capacidad regenerativa de los zapatos de la talla 97).

Viendo su fructuoso fracaso, los topos decidieron largarse en tropel, cosa que alertó el autobús de dos plantas que había allí dormido, que salió disparado arrollando a nuestro cómico dúo. El contacto del ante con el neumático del autobús hizo aparecer el genio de la lámpara maravillosa, que como no alcanzaba el presupuesto para lámparas, salió de un diamante tallado en forma de cenicero.

—Oh, señor que me ha invocado, dígame cuáles son sus deseos, le concederé todos los que desee.
—¡Sácanos de aquí!
—Dicho y trecho.

De un soplido de magia pura, el genio transportó el zapato izquierdo fuera de la guarida de los topos.

—Oye, genio, que nosotros estamos en el zapato derecho.
—¡Oh, no! El genio lleva puestos unos AirPods™, no nos puede oir.

Mientras el genio bailaba una rumba al ritmo de Chopin, un topo solitario que había por allí los escuchó y se acercó, no sin antes graznar de la emoción.

—¡Chicos, no tenemos mucho tiempo! Rápido, cojed mi mano.

El topo les extendió un tentáculo, que agarraron con fuerza con la solapa del zapato derecho, y notaron como las plumas se le erizaron. Levantando la trompa hacia el techo, se impulsó con sus seis poderosas patas traseras y salieron volando, estámpandose contra el susodicho techo (el susotecho).

—¡Mierda! Se me olvidava que los topos no tienen la capacidad de atravesar materia en estado de agregación sólido.
—¿Y por qué no has usado la trampilla que lleva directamente a la salida, que tiene un cartel que pone "En caso de emergencia o huida, utilíceme" y unas luces de neón con flechas y un sol con gafas de ídem sonriendo?
—Está cerrado por mantenimiento.
—¿Y la trampilla número dos?
—Está obstaculizada.
—¿La cuatro?
—Obstruida.
—¿La cinco quizás?
—¡Buena idea!

Así pues, el topo extendió sus alas y utilizó sus ecolocalizadores para alcanzar la trampilla número cinco justo antes de que el genio explotase en un sinfín de aire antes comprimido y tuercas. 

Arañas en la ciudad

Qué extraño se me hacía oír el sonido del teléfono de nuevo. Ese continuo de pitidos taladrantes cruzando la estancia hasta reverberar en mi cráneo me traen recuerdos… No son recuerdos agradables, nada que quiera volver a visualizar, pero recuerdos al fin y al cabo. Un hombre como yo no puede acallar los ecos del pasado indefinidamente, esconder la cabeza bajo tierra cual avestruz cobarde. No al menos mientras siga con vida.
Me incorporo pesadamente, notando los muelles del sofá quejarse metálicamente al librarles de la pesada carga que es mi espalda, y froto con el índice y el pulgar mis ojos, arrastrando ambos dedos pesadamente hasta recorrer mi tabique y juntar las yemas. La enésima retahíla de pitidos me hace abrir los ojos de par en par e incorporarme prácticamente de un salto, golpeando torpemente la mesita de centro con mi espinilla y haciendo tintinear las botellas de cristal, amenazando con comenzar un efecto dominó de desastrosas consecuencias. Arrastro los pies hasta situarme delante del teléfono y poso la mano sobre el auricular. Respiro hondo. Carraspeo. Cierro los ojos.
—¿Sí?
—Ehm… ¿agencia de detectives Callaghan?
—Callahan
—Sí, Callahan… disculpe. Le llamo del Ministerio de Defensa y Seguridad Ciudadana del Estado de Nueva Foventia. El motivo de mi llamada…
—De acuerdo, allí estaré.
—¿Disculpe?
Vuelvo a dejar el auricular en su sitio, cortando la llamada ante la balbuceante sorpresa de esa comedida y femenina voz.
Me acerco al escritorio sorteando el sofá y la lámparar de pie y cojo la cajetilla de tabaco y el mechero que están entre el teclado y el ratón. Por un segundo mi vista se posa en los documentos desparramados por encima de la mesa, iluminados tenuemente por la luz de la pantalla. Tanto texto, tanta letra, tanta información… para nada. Agarro un cigarro, lo poso entre mis labios, acaricio el filtro de algodón con la punta de la lengua y acerco el mechero, que con un sonoro chasquido muestra una pequeña llama que carboniza las hojas de tabaco incipientes del otro extremo del cigarro. Trago aire. Trago humo.
Toc, toc, toc.
Giro mi cabeza lentamente hacia la puerta. Seguidamente, al reloj de pared. Otra vez a la puerta.
«Veo que las noticias vuelan», mascullo para mis adentros. Agarro del suelo unos pantalones chinos viejos y paso la pierna derecha por la pernera correspondiente, golpeando una vez más la dichosa mesita de centro, repitiendo así el burlón tintineo de botellas.
Toc, toc, toc, toc, toc.
A duras penas acierto con la otra pernera, terminando así de colocarme el pantalón sin casi haber perdido el equilibro. Subo la bragueta, paso el botón por el ojal y respiro, dejando que mi barriga cubra la cintura de la prenda.
Toc, toc…
—¡YA VOY, COÑO!
toc.
Poso el cigarro en el cenicero de la cómoda a la izquierda de la entrada, me planto frente a la puerta reforzada de madera y acero, compruebo que la cadena está echada y abro. Inmediatamente, del otro lado asoman unos dedos que se cierran sobre el canto de la hoja y una mirada sonriente florece de entre la penumbra, buscando ávidamente el contacto visual en el interior de la estancia.
—¿Es usted el señor Callahan? ¿Alejandro Callahan? —su imbécil sonrisa no desaparece ni cuando habla, es insultantemente formal.
—Sí.
—Me envían del Ministerio de De…
—Ya he dicho que allí estaré.
—Me temo, señor, que no podemos pertmitirnos demorar…
De un raudo movimiento mi brazo atraviesa el umbral y, antes de que la espeluznante sonrisa se convierta en una no más agradable mueca, consigo agarrar lo que parecen las solapas de una camisa bastante cara. Aprisiono el cuello de la prenda y retraigo el brazo, inundando de la luz de la habitación la cara de tal irritante lacayo.
—Ya he dicho que allí estaré.
La única respuesta que obtengo es una mirada desesperada en medio de un afeitado y perfumado rostro suplicando terminar ya esta brevísima conversación. Suelto la ropa que mantenía sujeta y vuelvo a dejar el brazo pegado a mi cuerpo. El rostro para nada sonriente se sumió momentáneamente en la oscuridad y resurgió, carraspeando y soltando un escueto «De acuerdo», para acto seguido desaparecer, dejando tras de sí el sonido de unas pesadas y cautelosas pisadas bajando las escaleras con cierta celeridad.
Apoyo mi frente en la puerta, cerrándola con el peso de mi cuerpo y preguntándome si se aceptaría la eutanasia alegando «problemas de Estado».
Me acerco a los ventanales, a través de las persianas semicerradas de los cuales un fulgor anaranjado baña la mitad del suelo del cuarto, reflejándose en el espejo que hay en la pared de mi izquierda y en los vasos a medio vaciar apoltronados sobre la mesita que está bajo el mismo. Percibo por el rabillo del ojo la silueta de un fracasado echado a perder, cabizbajo y con demasiada resaca como para ser amable con las visitas.
«Supongo que nunca es un buen momento para volver a las andadas; aunque mucho me temo que la tediosidad del momento no lo hace inevitable». Me giro en redondo a mi derecha y me obligo a mirar a los ojos a ese deleznable ser, que me devuelve una mirada triste y agotada. «Si me he rendido, ¿por qué sigo aquí?». Con unos pocos pasos nervioso me sitúo frente a la cómoda de la entrada. El cigarro, completamente carbonizado, sigue en la misma exacta posición que hace escasos instantes. «Ah, sí. De la misma manera que existen fuerzas imparables, existen entes inamovibles. ¿Por qué no pude ser de los primeros?». Pensamientos fugaces recorren mi psique, imágenes parpadeantes de lo hecho y lo que debe hacerse.
Sin más preámbulos cojo una camisa rahída que tengo en el fondo del armario, blanca con claros signos de vejez amarillentos en los puños, el cuello y las axilas. O quizás sea simple suciedad; qué más da. Un calcetín, otro calcetín, un zapato, otro zapato. La combinación del pantalón beige con el calzado marrón cuero no será la forma más elegante de vestirse, pero al menos te permite no tener que pensar en nimiedades a la hora de salir de este tugurio apestoso y lleno de humo.
Un último vistazo a mi reflejo para confirmar lo que veo cada día: aún no he muerto del todo.

jueves, 19 de julio de 2018

Entuertos - El ático

—Sí, así es —dijo el inspector mientras apretaba el gatillo, llenando la pared llena de motivos florales con la materia gris del muchacho—; me temo que no nos queda mucho tiempo.
—No obstante, creo que sería más sencillo si rastreamos su pista, ¿no? Es decir, ha utilizado algún sistema abierto para comunicarse, debería ser posible rastrearlo.
—Te voy a decir qué sistema abierto ha utilizado para comunicarse: el habla. Sí, la vieja confiable, el cara a cara. Te aseguras que la habitación en la que estáis no tiene micrófonos ni cámaras y ¡"voilá"!, ya lo tienes.
—Bueno, yo era por proponer ideas... —El ayudante parecía algo dubitativo, y poco a poco iba bajando el brazo que sostenía su arma— De todas maneras, debe haber alguien en la red que haya utilizado algún aparato para comunicarse, ¿no? Se supone que hay involucradas decenas de personas en esta cadena de mando.
—Sí, sí, yo también creo lo mismo. Pero si tenemos que esperar el descuido de alguien en sus comunicaciones, estaríamos hablando de un nivel demasiado bajo como para poder obtener información veraz y útil.
—¿Y si escalamos? —El semblante del muchacho pareció iluminarse con su repentina idea, girando su cuerpo para hablar cara a cara con su superior— Por la organización, digo. Encontrando un buen punto de partida y yendo paso a paso deberíamos...
—¡Ojo con el arma! No dejes de apuntarle —exclamó el inspector al tiempo que señalaba al rehén—. Y bueno, no tenemos todo el tiempo del mundo; ir deshaciendo la red entera desde abajo nos llevaría meses, sino años, suponiendo que lo hiciésmos a la perfección y nadie levantara la liebre en ningún momento.
—Ya, claro... —La luminosidad se desdibujó del semblante del joven— Pues en ese caso no se me ocurre nada.
—No te preocupes por eso, que yo tengo un par de ideas aún en la cabeza. Y la primera pasa por este hijo de puta.
Se giró para encararse con su retenido, aún con la mordaza bien apretada y esa mirada cansada y con un reguero de sangre por el entrecejo.

domingo, 8 de abril de 2018

Promesas del mañana, recuerdos del ayer

Me di la vuelta en la cama y abrí un ojo; allí estaba ella. Completamente desnuda, veía su suave y perfecta espalda, con ese culo que tanto me gustaba acariciar y esa cabellera rubia que olía tan bien. Estaba preparando el desayuno, cocinando esas tortitas que tan bien le salían. Tarareaba suavemente, para sus adentros. Ni siquiera la escuchaba, pero estaba ladeando la cabeza al ritmo de su canción favorita; siempre que hace eso es porque está en su mundo, evadiendo la realidad y disfrutando del momento. Igual que hacía yo.

La luz se colaba en el apartamento de una forma casi mágica, aportando un aura dorada a todo aquello que se viese impregnado de los resplandores matutinos. Las penumbras iban desapareciendo y el juego de sombras iba venciendo a la oscuridad. El día se abría paso en nuestras vidas, dándonos la bienvenida y tendiéndonos la mano. Ella giró la cabeza y me vio, aún en la cama, cubriéndome de cintura para abajo con las sábanas. En sus ojos se veía que no necesitaba destaparme para saber qué había entre las telas de la cama, y una sonrisa llena de vitalidad se le escapó entre sus comisuras. Vino con paso sugerente, dejando el fuego al mínimo, y se metió en la cama conmigo. Sus pechos se rozaban contra mis pectorales, el vello de nuestras pelvis se encontraba y mis labios se posaron sobre su nariz, blanca y llena de pecas. Era delicioso.

La rodeé con mis brazos, aprisionándola contra mi torso, mientras seguíamos besándonos; a veces por las mejillas, otras por el cuello. Su respiración tranquila iba ganando intensidad, mientras mi sangre aceleraba su paso por mis venas. Cerré los ojos y dimos rienda suelta a nuestros deseos. Su olor me reconfortaba y sus caricias me excitaban. Todo marchaba bien. Todo iba sobre ruedas. La tenía a ella. Ella me tenía a mí. Resultaba imposible ser infeliz.

Me di la vuelta en la cama y abrí un ojo. Estaba todo oscuro. Entre mis brazos sólo había vacío. En mis fosas nasales sólo había mi olor. Y en el apartamento, sólo estaba yo. Ya habían pasado dos años desde que se fue, pero aquí sigue. Siempre igual. Cada mañana. Su recuerdo es lo único que puedo abrazar ahora.

Así pues, cerré los ojos y me di la vuelta en la cama.

martes, 3 de abril de 2018

El mosquito

Aquí estoy, frente al monitor. Solo.

Intentando conectar con todo el mundo acabé desconectándome de mí mismo. Y reencontrarme... es duro. Recoger mis pedazos, protegerlos, es cada vez más difícil. Esta felicidad autoimpuesta que me permite llegar a todo el mundo... me ahoga. Porque si los ojos son el espejo del alma, la sonrisa es su fachada. Porque la gente busca felicidad a cualquier precio. Y mejor una falsa felicidad que nada.

Y mientras todo el mundo parece seguir hacia delante, yo me he parado. Y no hay nadie para tenderme una mano. No hay nadie capaz de mirarme a los ojos y pedir que vuelva a sonreír.

Mi trabajo consiste en ser un mosquito molesto, pasando por delante de cualquiera esperando que, con suerte, alguien decida dejarme vivir un poco más.

Pero, al final, ¿qué queda? Al final, quedo yo.

jueves, 29 de marzo de 2018

Buenos días

Vale, no te preocupes, respira; todo saldrá bien. Sólo tienes que entrar, saludar y sentarte. No es tan difícil. Lo haces cada día. Cada día.

¡Mierda! Alguien más quiere pasar por la misma puerta que yo. Decelera, ve más despacio, que pase él primero. Él abrirá la puerta y pasará, y detrás estaré yo, siguiéndole antes de que se cierre la puerta. No, no saques la llave, él la abrirá, la tiene que abrir él, tiene que pasar primero. Sí. Abrir, pasar. No es tan difícil, se puede lograr. No es tan difícil. ME-ME-ME HA DADO LOS BUENOS DÍAS. Vale, vale, vale. Vale. Buenosdíastambién. ¿Me habrá oído? No lo sé. Bueno, no pasa nada, la puerta se cierra, empújala suavemente y pasa adentro. No, no tan rápido, que aún está delante tuyo. Eso es, sigue detrás. Mirada al suelo. Mirada al... ¡No! No le mires el culo. Al suelo. Suelo. Mira tus zapatos; un cordón está a punto de soltarse. En cuanto puedas átatelo. Está cogiendo el ascensor. De acuerdo, tocará subir por las escaleras. Sigue subiendo. Sube. Rápido, antes que llegue el ascensor, son sólo dos pisos. Vale, bien, bien, respira, has llegado antes, puedes pasar. Respira más flojo. Más flojo, aguanta la respiración. ¿Me están mirando? ¿Me están viendo? No, creo que no. Pasa. Carmen te ha dado los buenos días. Buenosdíasquétal. No, a los ojos no. Al suelo, mirada al suelo. No mires nada, sólo el suelo. Baja la cabeza, eres demasiado alto. Te están viendo. Te están mirando. Puedo oírles. Te están mirando. Joderjoderjoderjoder, ¡tu sitio! De acuerdo, el abrigo. Quítatelo. Rápido y sin ruido. No, más rápido. ¡No, menos ruido! Déjalo. Suavemente. Suavemente. Nada de movimientos bruscos, con suavidad. Siéntate despacio. Vale, vale, parece que nadie se ha dado cuenta. ¿Me está miran...? No, vale, no está mirando. Está hablando con otro. Vale, vale, vale.

Ya sabes lo que queda. Mira a tus documentos y a trabajar. Y en 8 horas estarás solo de nuevo.

lunes, 13 de noviembre de 2017

Rocas nubosas

Como ver un océano. Un océano muerto, vacío, turbio, corrupto, negro, apagado. Pero un océano, al fin y al cabo. Una basta extensión de bruma sirve las veces de alfombra, bajo la que esa podredumbre se esconde del oteo y el sondeo. Un horizonte, más allá del cual se esconde aquello que jamás será descubierto. Denso y etéreo al mismo tiempo, una seda de acero peinando un relieve invisible. Y ríos como tentáculos de niebla, desplazando esa masa húmeda de una forma coreografiada, como si fuera un espectáculo ensayado tiempo atrás. Fuerza y debilidad en el movimiento, una mecánica orgánica y rocosa. Contemplar ese fenómeno es como mirar directamente al abismo.

Y esos colmillos afilados que escarpan de la putrefacción y se alzan, rebeldes, ante las caricias del humo blanco, connotando unas atalayas ciegas que sirven poco más que meros abalorios ante tal terrible visión. Un capricho de la naturaleza que contrasta con todo lo demás, con esa planície infinita la rebeldía del fondo abisal se palpa como la realidad, aquello bajo lo único que podemos hacer es admirar.

La bóveda que arropa esa irregular visión, azabache y profunda, mantiene fijados todos los elementos al lienzo multidimensional que forman un garbo tal como infinito es el espacio. Un recordatorio constante de la pequeñez, de la insignificancia que supone toda la obra. El mar infinito, los brotes naturales de la roca... y nosotros. Es complejidad aquello que nos llega, mas simpleza es aquello que vemos. Una uniformidad injusta que se atribuye a un escenario para nada uniforme. Una danza constante y arbitraria, que pone en movimiento la calma absoluta. Es... como ver un océano. Un océano muerto, vacío, turbio, corrupto, negro, apagado. Pero un océano, al fin y al cabo. Un océano pleno.



viernes, 29 de septiembre de 2017

Soledad multitudinaria

Sí, si yo lo entiendo. Es complicado darse cuenta, pero ahora no hay marcha atrás. Estoy lejos, muy lejos de mi casa, y no existe un lugar. Ese lugar. Mi lugar. No levanto la mirada esperando buscar caras conocidas, la levanto esperando no encontrar caras. Aunque, bueno... no, en realidad no la levanto. De mis labios sale poco más que un eco reverberante, una lacia sonrisa y ni una brizna de brisa. Un muerto en vida.

Y esos sentimientos. Esos sentimientos. Camina, no mires, pasa, sigue, acelera, vista al frente, ya no te ven... respira. Respira. Respira. "Hoy será el día". No. No lo será. Cien caras. Doscientos ojos. Todos juntos, es... imposible. Como tratar de escalar una montaña con las manos desnudas. Imposible.

Hablan. Dicen algo. Una fugaz mirada, una risotada y una complicidad ajena. Sabes que es por ti. Pero no lo sabes. Ni lo sabrás. Crees en ello porque no hay alternativa. Mírame, soy pusilánime, frágil, una mierda. Y aún así, con demasiado ego para no ser yo. Sí, soy yo. Hablan de mí. Todos. Me juzgan. Me miran. Me critican. Soy peor que cada uno de ellos, y lo saben. Soy una farsa. Soy horrible. No puedo. No puedo, no puedo, no puedo.

Y allí está. Una mano tendida, una sonrisa amable, una mirada cándida. Uno a uno. Esa es la estrategia. Uno a uno. El tiempo será eterno, pero más profundo llega mi mente. ¿Por qué? ¿Por qué yo?

Solo. Quiero estar solo. No quiero estar solo. Estoy solo. Otra vez. Solo.

miércoles, 23 de agosto de 2017

Reflexiones de una vida vacía

Mira cómo caen las hojas de los árboles. Esas hojas rojas, marrones, amarillas. Despojos marchitos de lo que tiempo atrás fueron, de lo que pudieron haber sido. La naturaleza es así: macabra, ruin, tirana. Uno no puede evitar sentir pena de lo que sucede. Y aunque sea algo inevitable, los sentimientos siguen ahí, recordándole a uno el final que le aguarda a todos por igual, ya sea un hombre, una mujer o, simplemente, una triste e inofensiva hoja colgando de la rama de un cedro. Todo ello muy descorazonador... pero llego tarde.

Aparto la vista de la ventana y me pongo a recoger los apuntes esparcidos por el escritorio. El examen es en menos de media hora; no sé si podré llegar a tiempo. Desayuno lo primero que encuentro, lo que acostumbro a desayunar cada mañana: un vaso de leche y un par de galletas mal masticadas. Con el estómago aún protestando, voy directo al baño, a lavarme la cara, a cepillarme los dientes, a peinarme... Levanto la vista y lo veo. Unos ojos color café, enrojecidos y adormilados. Y más allá, una profunda mirada de cansancio, traída desde lo más recóndito del alma de un pobre pusilánime que no aspira más allá de lo que cree poder conseguir. Una mirada que invade tu ser, que te intenta decir algo. Esa mirada, tan típica de mi otro yo del espejo, siempre me atrapa, siempre consigue absorberme. Asquerosa mirada. Cómo te odio. ¡Llego tarde!

Corro por entre los viandantes, esquivando mochilas, carteras y bolsos, aquí y allá, personas sin rostro, libros cerrados que nunca leeré. Maldita sea, debería estar repasando para el examen, no reflexionando sobre la vida de otros. ¿Qué me pasa? Cruzo en rojo, esquivo una moto de milagro, me recoloco las asideras de mi mochila sobre mis hombros, sigo la estela de otros estudiantes. Allí está Jorge, allí Damián, allí Lucía, allí... bueno, mucha más gente. ¿Qué más da? Saludo rápido al conserje, los escalones de dos en dos, demasiada gente en el pasillo. La puerta, allí está, por fin, ya llego, el examen, deprisa, me quedo sin aire.

Fuera se está levantando un gran vendaval. No tiene pinta de que vaya a llover, pero el cielo está nublado a más no poder. Pobres ilusos, allí abajo, ataviados con sus gabardinas y sus fulares, intentando en vano combatir el viento mientras van de bocanada en bocanada de aire, implorando un par de minutos más de su insulsa vida. Y mientras tanto, yo estoy aquí, sentado, calentito, paladeando todo el tiempo del que dispongo para terminar el examen, disfrutando de la relajación que supone el poder malgastar algo de tiempo. Horas y horas estudiando día y noche, desde hace semanas, ¿para qué? Un examen en el que sacaré la mejor nota. Otra vez. Como siempre. ¿Para qué? La mejor nota, de nuevo. Ha perdido todo su significado. ¿Para qué? Maldito yo, deja de pensar en esas cosas, me voy a acabar poniendo malo. Piensa en otras cosas. Otras cosas, otras cosas... Ahí está... ¿cómo se llamaba? ¿Laura? Bueno, la que siempre saca malas notas; las peores, a decir verdad. Siempre anda con ojos enrojecidos y adormilados, acompañados de una profunda mirada de cansancio. Si no ha sido una fiesta en alguna discoteca, ha sido un polvo con su noviete, y si no, alguna borrachera con sus amigas. Siempre de aquí a allá, eludiendo responsabilidades. Qué vergüenza. Espero que lo haya disfrutado, pues lo que es el examen, una vez más, pasará sin pena ni gloria a engrosar la lista de cosas que está tirando a la basura. La verdad, me siento orgulloso de mí mismo. Mi lista de cosas que estoy tirando a la basura está vacía, y así seguirá mucho tiempo. Tengo muchos años por delante, puedo esperar para salir con amigos, para tener novia, para perder el tiempo en chorradas.

Otra hoja ha caído. El examen ha ido bien, y ya me puedo olvidar de él. Ahora mi cabeza está habitada por absurdas ideas que me embargan desde esta mañana. Qué rabia. Mi cerebro parece dispuesto a mantenerse pensando esas tonterías todo el día. Tengo cosas que hacer, ¿sabes?

Otra hoja más. Cómo pasa el tiempo.

¿Qué más me da a mí? Tengo tiempo de sobra. Toda la tarde para comenzar a preparar el próximo examen, dos semanas por delante para estudiármelo a fondo y un par de horas más para hacerlo. Y luego otra vez. Y otra. Y otra.

Mira cómo caen las hojas. El aire las mece en su caída, acompañándolas mientras danzan, alegres por desprenderse de las ataduras que las han mantenido cautivas todo el verano. En el suelo se arremolinan, van de aquí a allá, juegan entre ellas. Es un espectáculo digno de admirar, hecho para ser visto. El otoño es una metáfora. Una metáfora de que todo acaba y vuelve a empezar. Se va una época, entra otra. Igual que las hojas que caen. Una vez. Una tras otra. Y de nuevo. Y otra. Y otra. Y otra. Todas igual que la anterior.

¿Por qué no cambiar?

sábado, 6 de mayo de 2017

Calla y aprende, gilipollas

Te perdono. Has sido un imbécil, egoísta e infantil. Creeías que toda la culpa era de los demás, que tú estabas libre de culpa. Pero nada más lejos de la realidad.

Siempre he pensado que eras un causante de problemas, pero no era realmente así. Sí, eres el origen de la mayoría de los problemas que te rodean, pero paradójcamente, tampoco tienes la culpa. Todos nos rodeamos de unas u otras situaciones, y lo importante es que tú ya no tienes miedo de ninguna de ellas. Has superado situaciones tan complejas, que no puedo más que mostrar admiración.

Pero tampoco perdamos el foco.

Sigo pensando que eres gilipollas, que la cagas a cada buena acción que intentas realizar, que te crees el más inteligente y el más experimentado de todos cuanto te rodean. Y te voy a dar una pista; no es así. No eres más que una persona normal y corriente, rodeada de personas normales y corrientes, con el mismo potencial que podría tener tu vecino. La única diferencia notable es que te conozco bastante bien, y aunque a veces me sorprendas para mal, siempre consigo aprender de esos grasos errores que cometes.

Es hasta divertido pensar en la inmensa cantidad de errores que has cometido para llegar hasta donde has llegado. Tu vida no se basa más que en un reguero de malas decisiones, fallos, mentiras y mucha angustia. Pero es que eres gilipollas, y eso sólo el tiempo lo cura.

La verdad es que te quiero, me gusta el como eres y créeme cuando te digo que no te cambiaría por nada del mundo. Ojalá hubiese alguien más como tú, eso haría que no me sintiese tan solo. Pero bueno... sólo pido que reacciones, aprendas y recctifiques, pero no a cambio de sacrificar quién eres, si no simplemente haciéndote más grande y más sabio. Es lo que tiene crecer.

Con todo el respeto y cariño que siento hacia ti, te dedico un enorme abrazo, que sé que lo necesitas.

Sólo de mí para... mí.

viernes, 5 de mayo de 2017

Sólo si quieres

Si quieres vivir, vive. Si quieres morir, muere. Toma tu camino, constrúyelo. Delante tuyo está todo, detrás estás tú. Avanza, camina, atraviesa, lucha, consigue, sufre, empodera, siente. 

Si quieres empezar, empieza. Si quieres terminar, termina. Pero no ceses, persiste. Aguanta las mareas, soporta las tormentas. Todo aquello que eres, fuiste y serás no está escrito. Blande la cuchillas que rebana la realidad y moléala. No te postres. No te achantes. La jungla está fuera, y tú, en medio.

Si quieres avanzar, avanza. Si quieres retroceder, retrocede. Domina tu ser, dómalo. Siéntete afortunado, sonríete. Date las gracias, ahora, antes y siempre. Eres la última persona que va a quedar después de todo. Eres la primera persona que comenzó a caminar. Tiéndete un brazo. Y otro. Y otro. Pero no dejes que te caigas.

Si quieres luchar, lucha. Si quieres abandonar, abandona. Domínate, y no dejes dominarte. Cálmate, y no vayas calmado. Apresúrate, y no vayas deprisa. Toma aire y respira.

El camino bajo tus pies no existe. La ilusión de creer en tus muros impedirá que te construyas. Así pues, adelante.

Si quieres vivir, vive. Si quieres empezar, empieza. Si quieres avanzar, avanza. Si quieres luchar, lucha. Si quieres... puedes.


lunes, 1 de mayo de 2017

La gran aventura de Al - Capítulo 5

Bueno, bueno, bueno... Haremos ver que no se ha visto afectada para nada la continuidad de esta historia, ¿vale? Si me estás respondiendo en voz alta, gracias, pero recuerda que yo no soy las letras. Yo soy un tipo que escribe estas letras que tú estás leyendo. Y si no has respondido... pues eres un maleducado.

El caso es que Al y el cangrejo radioactivo estaban en serios problemas con los topos. Ya sabéis, pese a ser ciegos, por algún motivo los rodearon y ahora necesitan un plan para escapar. Pero no un plan magistral, ni siquiera un plan bueno. Sólo un plan normalucho. Como por ejemplo...

-Oye, cangrejo- comenzó a decir Al. -Dado que estamos en serios problemas con los topos, pese a ser ciegos, necesitamos un plan para escapar. No un plan magistral, ni siquiera...
-Ya, ya, ya- Interrumpió el cangrejo -, sé leer, gracias.
-Bueno, ¿y se te ocurre algo?
-Pues sí. Da la casualidad de que yo no salgo de casa por las mañanas sin mis barritas de cereales ni sin ojiva nuclear de alta potencia. Podríamos usar cualquiera de las dos para huir.
-Entiendo...

Y tal como Al terminó la última palabra, alargando innecesariamente la última vocal, el cangrejo dio un salto extremadamente alto (como de unos 146 metros, aproximadamente) y aterrizó sobre Al blandiendo la barrita de cereales por delante suyo. Al, ante la sorpresa de que un cangrejo tomase alimentos ricos en fibra para mejorar el tránsito intestinal, había abierto mucho la boca, tanto que el cangrejo pudo entrar sin más problemas en su interior.

¿Qué sucederá a continuación? Pues aquí un avance del próximo episodio: el cangrejo estará dentro de Al, perturbando así su metabolismo externo (el interno quedará intacto, por supuesto, si no el pobre Al moriría). Y sí, es posible que al final escapen de los topos. O no. Tampoco es que importe demasiado. Es decir, llevan como dos episodios quietos en el sitio mientras os cuento mis mierdas. SI hasta ahora no han hecho nada, dudo que lo hagan ya. Pero bueno, mantendremos el suspense durante un rato más. ¿Sobrevivirán Al y cangrejo? Ehm... bueno, es evidente que sí. ¿Qué imbécil podría pensar que no fuera a ser así? No me gusta matar a mis protagonistas en medio de la historia. Es decir, no me considero un gran escritor, pero es importante remarcar que tras mis incont

sábado, 29 de abril de 2017

Bloqueo

La cabeza llena, el alma vacía. Todo parece una buena idea, hasta que se cumple. Grandes torres que se derrumban, grandes castillos que se vienen abajo, todo pasa por ese maldito filtro. Hay quien lo llama trabajo, otros realidad. En realidad, yo no lo llamo, él me llama a mí. Es como una fuerza de atracción repulsiva, en ambos sentidos, que pervierte mi mente y prostituye mis ideas. ¿He encontrado quizás el techo de lo posible? ¿No son las palabras suficientes para expresar lo que llevo dentro?

Quizás un margen, eso es, un margen de tiempo. Demasiado tiempo es malo, demasiado poco aún más. Tanto por hacer, y tanta energía consumida ya. Mis demonios se apoderan de mí, me obligan a desvivir, a no hacer nada. Total, ¿quién dijo que los siete pecados capitales no existen?

Despojado de todo cuanto he querido, ya sólo me quedo yo. Pero ni yo me quiero. Es raro, es confuso y, sobretodo, es cargante. Todo un universo en mi interiror, bloqueado por una barrera inquebrantable. Sólo me queda hurgar por entre las comisuras del intelecto, conseguir unas migajas de lo que antaño conseguí hacer. Sacar lustre a mis ideas, perfeccionar la mente, y así, con el tiempo, todo volverá a su cacuce.

Total, ¿para qué?

domingo, 26 de febrero de 2017

Todo dentro de nada

Una cuerda dentro de un electrón. Un electrón dentro de un átomo de hidrógeno. Un átomo de hidrógeno dentro de una molécula de agua. Una molécula de agua dentro de una gota de agua. Una gota de agua dentro de un fitoplancton. Un fitoplancton dentro de un mero. Un mero dentro de una ballena. Una ballena dentro de un mar. Un mar dentro de un océano. Un océano dentro de un planeta. Un planeta dentro de un sistema planetario. Un sistema planetario dentro de una galaxia. Una galaxia dentro de un grupo. Un grupo dentro de un universo. Un universo dentro de una realidad. Una realidad dentro de un multiverso. Un multiverso dentro de un infinito. Un infinito dentro de la nada.

Desgarrado

Me asomo por la ventana y te veo. Mantienes esa sonrisa, ese brillo en los ojos, esa despreocupación irradiante.

Y cae sobre mí una puñalada en forma de latido.

Esa felicidad que te rodea, esa gente de la que te envuelves, divide mi alma en una feroz guerra civil. Deseo fervientemente que tengas gozo en tu vida, pero más deseo aún que ese gozo sea... a mi lado.

La melancolía se cierne sobre mí, como la noche sobre el día, y ensombrece mi persona. El galante caballero de brillante armadura se imbuye de oscura desazón.

No tomes a mal mis acciones, no tomes en verdad mis palabras, no dejes que el espejo decida. Quiero alargar la mano y tenerte, mas temo romper la frágil aura que te rodea.

Mucho esfuerzo para ambos en vano, seguir por nuestros caminos, avanzar sin mirar atrás. Esa yuxtaposición contrapuesta que atenaza mis sentidos me vence.

Quiero respirar, pero no puedo. Quiero vivir, pero no puedo.

Búscame entre las enredadas cadenas de la oscuridad.

Allí, esperaré yo.

sábado, 25 de febrero de 2017

La sala de estar de Luxio

El fulgor dorado atravesaba la estancia desde las ventanas, proyectando la sombra de los cuarterones en el suelo y sobre el mobiliario. Las cortinas de carmín reposaban inertemente, dejando que la gravedad condicionase su posición sin que brisa alguna las importunase. El terciopelo rojo del sofá resplandecía como el primer día, dejando que las molduras de madera dorada limitasen el perfil de remaches de igual color que mantenían la tela en su posición inmutable. La mesa redonda con una pata centrada albergaba en su cúspide plana algunos escritos, amén de un jarro de flores de vívidos colores y un plato con pastas. Era, no cabe duda, una imagen realmente tranquilizadora.

La alfombra del suelo otorgaba a la estancia cierto nivel, dotándola de ese aura acogedora y que invitaba al reposo. En el ambiente, una cortina homogénea de polen sintético que reflejaba los colores áureos del resplandor exterior, ofreciendo un filtro cálido al conjunto de la habitación. La pared del fondo no era más que un infranqueable muro de libros, descansando sobre muchas repisas y enseñando sus lomos de cuero, algunos más relucientes, otros más desgastados.


La madera de las paredes estaba perfectamente cuidada, con un color oscuro que realzaba lo acogedor del conjunto. La tetera respiraba humeante sobre una mesita auxiliar, situada entre el sofá y el sillón, reteniendo en la medida de lo posible el calor de su contenido. Las tazas de porcelana fina, a juego con la tetera, y adornadas con acabados de oro, se encontraban en la balda inferior de la mesita, junto a las cucharillas de metal y el azucarero.

domingo, 4 de diciembre de 2016

10 microcuentos vitales

Hace 22 años nací. Hace 22 años morí.

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De niño era falsamente feliz. Ahora soy verdaderamente infeliz.

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Cuando eres la aguja en el pajar, ¿quién te encuentra?

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No existe pez grande, sólo pecera pequeña.

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Construí una persona increíble. Ahora ella me destruye a mí.

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A mis brazos, vieja amiga. Eres la que queda cuando el resto se va.

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Cuando todo está hecho, todo queda por hacer.

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El espejo, ese reloj sin cuerda.

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Cuando la muerte me reclame, será mi vida la que se quede.

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La vida el tic, la muerte el tac.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

La ciudad frígida

Esos garabatos... ¿Qué querrán decir? Toda la ciudad se rodea de un halo de misterio, como si fuera consciente de que hay alguien intentando desentrañar sus misterios y no se dejara. La verdad, no sé exactamente cuánto más podré aguantar vivo, pero debo encontrar una solución a todo esto. El artefacto sigue emitiendo tenues destellos de luz, y los edificios siguen erigiéndose en lo alto del horizonte. ¿Qué misterio aguarda esta ciudad abandonada? ¿Y por qué trato de averiguarlo? Es evidente que soy el único interesado en que esta empresa salga adelante. Es evidente que soy el único que quiere desentrañar lo que sea que esté ocultando la ciudad. Ella no se deja. Ella no quiere. Esto no es más que un uno contra uno, un pulso entre ambos. Y ella tiene las de ganar. Me quedaré aquí atrapado, durante vete tú a saber cuánto...

No. Ella no me vencerá. Lograré averiguar qué me está ocultando, y por qué. Y una vez hecho eso, podré descansar en paz.

lunes, 15 de diciembre de 2014

La gran aventura de Al - Capítulo 4

¿Alguien se acuerda de cómo se acabó el anterior capítulo? ¿No? ¿Nadie me responde? Muy bien, pues iremos improvisando...

Al se encontraba en un sitio... en general, podríamos decir, puesto que todo necesita estar en un lugar, excepto el gran dragón rojo del difunto Xin Xao Chino, que es tan rojo y tan chino que atraviesa varias dimensiones cada vez que vosteza. En fin, que me pierdo con el dragón rojo, el cual tiene una gran importancia en la historia que ahora nos trae. Aunque realmente no tiene importancia alguna. Pero es un dragón, y si no vuelve a aparecer en toda la historia, a nadie le importará.

El caso es que Al se encontraba en un sitio con su mejor amigo, el cangrejo radioactivo, el cual era muy majo y muy radioactivo. Y la historia que tenían... esto...

¡Un momento! Me acabo de acordar de por dónde nos quedamos. Me da mucha pereza borrar lo que tengo escrito, así que tomad estos párrafos anteriores como una licencia poética. ¡Una metáfora! Eso es, una metáfora de que la vida es corta y los dragones rojos grandes. El tamaño importa, desde luego, a más grande, mayor capacidad de agradar a la gente, lo dice la Biblia.

Al y el cangrejo estaban encerrados en un sitio, lleno de topos, y se encontraban en un grave aprieto. Me gustaría decir que murieron de forma atroz, cosa que sucedió, pero como sin ellos la historia no seguiría, pues sobreviven y ya está. Tomémoslo como otra licencia poética, si queréis.

Vale, algunos pensaréis que soy poco constante, y que debería dejar de añadir licencias poéticas. ¡Pero no puedo! Es un grave trastorno de la personalidad, esa manía mía de narrar cualquier chorrada y creer que es una historia estructurada. El médico me recomendó escribir para subsanar este mal, y aquí ando, escribiendo. Y de mientras, Al está sufriendo con tanto topo. Sí, es un problema grave, pero es lo que hay. Como dice el refrán, "te jodes".

Pero bueno, no pasa nada, ya me centro, ya me centro. Al y cangrejo... ¡Hostia! Pero qué tarde se ha hecho. Esto deberías estar leyendo a las tantas de la madrugada, que es como más se disfruta la historia, así que esta frase mantendrá la coherencia. En caso negativo, coge un poco de sal y tírala por encima de tu hombro; de esta forma tan efectiva, conseguirás evitar que los demonios posean tu alma. Yo soy así, doy consejos de cualquier tipo a cualquiera. Es lo que hay.

Y en cuanto a la historia, Al y cangrejo se conocieron en la escuela, puesto que ambos querían ser policías de asuntos paranormales y reposteros de televisión. Fin.

viernes, 5 de diciembre de 2014

Teorías de la evolución biológica

Seguramente habrás oído hablar del tema de la evolución. Incluso seguramente te habrán asaltado las dudas que llevan trayendo quebraderos de cabeza a más de uno; ¿la evolución es real? ¿dónde están las pruebas? ¿tendrá razón la Iglesia y Darwin no fue más que un bufón? No sufras, éstas y otras muchas preguntas han robado el sueño a científicos, religiosos, estudiantes, profesores... desde hace mucho más de lo imaginable. Así pues, y a fin de que dispongas de fundamentos para comenzar a hilar las respuestas a tanta pregunta, aquí te ofrezco unas pinceladas de un tema tan interesante como polémico: la teoría de la evolución.

Podemos comenzar diciendo que las teorías que explican la evolución son tantas y abarcan tanto que se han tenido que clasificar. Desde la evolución biológica, que explica cómo se han transformado las distintas especies de seres vivos a lo largo de los años, hasta la evolución molecular, que relata el hecho demostrable de cómo el ADN juega un papel indispensable en el desarrollo de todos los seres vivos. En este escrito nos centraremos en explicar muy por encima el origen de la teoría de la evolución biológica, la cual dio lugar al resto. 

Jirafas. Si alguna vez te han explicado en clase algo sobre este tema, este animal debería sonarte. ¿Por qué? Muy sencillo; es el ser vivo con el que se suele poner ejemplo a la teoría que en los siglos XVIII y XIV desarrolló el biólogo Jean-Baptiste Pierre Antoine de Monet, Chevalier de Lamarck (Lamarck a partir de ahora). ¿Qué hizo Lamarck? Puede que este nombre no te sonara de antes, pero este señor es considerado uno de los primeros en reclamar la biología como una ciencia más, hizo una clasificación de los seres vivos (hoy en día descartada) y, por lo que nos trae aquí, enunció la primera teoría sobre la evolución, el lamarckismo. 

Lamarck observó que había similitudes y diferencias entre especies, es decir, algunas especies se parecían más que otras. Ahora resulta obvio pensar que un perro se parecerá más a un toro que a un mosquito, pero en aquel entonces, cuando se creía que Dios era creador de todo, no se sabía el porqué de este hecho. Lamarck observó que todos los seres vivos se habían adaptado al medio que los rodeaba (los peces tienen la capacidad de respirar bajo el agua, los osos polares son del mismo color que la nieve, las enredaderas pueden trepar para llegar a la luz...), y llevado por las investigaciones a partir de las cuales clasificó las especies animales y vegetales, advirtió que no todas las especies habían aparecido al mismo tiempo sobre la faz de la Tierra. A partir de ahí, dedujo que algunas especies provenían de otras, y se distinguían por una serie de cambios lógicos que mejoraban sus capacidades de adaptación al medio. Es decir, según estas observaciones, cuanto más tiempo pasara un ser vivo en un entorno concreto, más adaptado se encontraría a éste. Hablamos de escalas de tiempo enormes, de eones y eones, por lo que ningún ser humano es capaz de percibir estos cambios a lo largo de su vida. 

"¿Y dónde encajan las jirafas en todo esto?", os estaréis preguntando. Bien, pues, Lamarck, para explicar los hechos relatados en el párrafo anterior, ideó una teoría que decía lo siguiente: un animal, a lo largo de su vida, va desarrollando las aptitudes necesarias para sobrevivir mejor que el resto en su entorno, y "transfiere" de alguna forma estas aptitudes conseguidas a su progénie. Por ejemplo, las jirafas (¡por fin!) al comer de los árboles necesitan estirar el cuello, y cada vez que estiran el cuello éste se les alarga imperceptiblemente. La longitud la cual alargan su cuello pasa de padres a hijos, de tal forma que a lo largo de las generaciones se puede observar un aumento de la longitud del cuello de las jirafas. Cuanto más largo es el cuello, mejor comen, por lo que más posibilidades de sobrevivir y reproducirse tienen. En este hecho se basa el lamarckismo, la teoría evolutiva de Lamarck. Aunque esta teoría tiene muchísimos puntos oscuros y lagunas, fue respetada y aceptada durante mucho tiempo, después del "boom" inicial que supuso (esta teoría iba en contra de las bases de la religión católica). 

¿Podemos utilizar el lamarckismo para explicar la evolución biológica? La respuesta es un rotundo no. Esta teoría se descartó hace bastante tiempo, y aunque se siga reconociendo su importancia histórica, hoy en día se consideraría absurdo un razonamiento así. 

Charles Robert Darwin, gran biólogo y mejor viajero, viajó por todo el mundo durante varios años a bordo del Beagle, gracias al cual descubrió infinidad de especies animales y vegetales de todo el globo, dibujándolas y demostrando la variedad de seres vivos que existían entonces. Con todos los datos recopilados e investigaciones hechas, Darwin publicó su libro más famoso, El origen de las especies mediante la selección natural o la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida (popularmente conocido como El origen de las especies). Este libro, publicado en el año 1859, explica con detalle una teoría de la evolución biológica a partir de las observaciones de infinidad de especies animales y vegetales. Esta teoría, llamada darwinismo, es la base de la teoría de evolución que conocemos hoy en día, y merece la pena prestarle atención. 

Charles Darwin advirtió que una parte de lo que decía Lamarck era cierto: las especies evolucionan. Pero lo que enunciaba el lamarckismo no podía ser cierto, ya que los rasgos adquiridos a lo largo de una vida no se pueden tranferir de padres a hijos. Si fuera así, los culturistas tendrían hijos con músculos muy desarrollados, y los superdotados tendrían hijos superdotados, y es evidente que no es así. Ante este planteamiento, Darwin necesitaba una explicación feaciente y válida, la cual desarrolló en su libro. ¿Cuál era esa explicación? Según Darwin, las especies sufrían cambios aleatorios de nacimiento, los cuales sí se traspasan de padres a hijos. Una idea simple y fácilmente observable: una persona que nazca con los ojos azules puede tener una descendencia con ojos azules, o una persona alta tendrá hijos muy probablemente altos. Tan sencillo como eso, lo que hace cambiar las especies son rasgos aleatorios y congénitos. A partir de ahí también introdujo el concepto de selección natural. ¿Cómo se define? Bien, si tenemos en cuenta que cada ser vivo nace con rasgos aleatorios (aunque dependientes de los rasgos de sus progenitores), puede darse el caso de que nazca con rasgos desfavorables (un guepardo ciego o un elefante cojo), lo cual hará que no sea capaz de sobrevivir a su entorno y las posibilidades de que muera sin dejar descendencia sean altísimas. Por otro lado, un ser vivo que nazca con rasgos favorables (una liebre con grandes patas traseras o un ave con mejor vista) tendrá más probabilidades de sobrevivir lo suficiente como para dar lugar a una progénie a la que transmitirle sus rasgos "superiores". Ése es el concepto de selección natural. Así pues, de esta forma se explica que la evolución suela ser monodireccional, es decir, que tenga un rumbo bastante concreto y que depende del entorno que se estudie. 

El darwinismo está muy bien, resuelve la mayoría de dudas planteadas por Lamarck, pero nos deja un interrogante enorme: ¿a qué se debe la aparición de rasgos aleatorios? No tendría sentido, por ejemplo, que una pareja de ojos marrones dé lugar a un hijo con ojos azules, y aún así sucede. ¿Por qué? ¿Cómo? Hoy en día la explicación se resume en una sigla, ADN, pero entonces no se tenía ni idea. Y es por ello que nos vamos con un contemporáneo y, desafortunadamente, desconocido de Darwin: Gregor Johann Mendel, un monje residente de Austria. 

A Mendel le encantaba la botánica, y se pasaba día y noche cultivando plantas y estudiándolas. Entre sus trabajos, se encuentra el más representativo y el más famoso: los estudios sobre las plantas de guisantes. Mendel escogió plantas de guisantes con algunos rasgos diferenciados, concretamente dos: la rugosidad y el color, los cuales eran independientes. Entonces, Mendel tenía plantas que daban guisantes amarillos o verdes y lisos o rugosos, y los cruzó entre ellos, apuntando todos los resultados. No detallaré en profundidad este experimento, pero diré que los resultados obtenidos fueron esclarecedores. Mendel demostró que algunos rasgos están "ocultos", y que es posible que tu descendencia herede estos rasgos escondidos y los muestre. También ayudó a entender el porqué de estos rasgos aleatorios. Aún no se sabía qué era, pero había algo en la naturaleza de los seres vivos que les permitía transferir algunos de sus rasgos, escogidos al azar, a sus hijos, y que existía la posibilidad de que estos rasgos se viesen alterados de alguna forma, dando lugar a cambios imprevisibles. En efecto, aún sin saberlo, Mendel fue el padre de la genética, la cual resolvía en parte el interrogante que planteaba el darwinismo. 

¿Hoy en día se sigue utilizando la teoría darwinista? La verdad es que esta teoría ha "evolucionado"; teniendo como padres el darwinismo y los experimentos de Mendel llegamos a la llamada teoría neodarwinista. ¿Qué postula esta teoría? Lo mismo que dijo Darwin en su libro pero añadiendo una explicación al porqué de esos rasgos aleatorios y transferibles. Y la respuesta está en la genética. 

Todo ser vivo contiene ADN, que es, por decirlo de una forma muy simple, el manual de instrucciones de cada animal, planta, hongo... Según lo que diga el ADN, cada uno tendrá unos rasgos u otros. El cómo y el porqué del ADN es sumamente interesante, pero por desgracia voy a ir al grano. Cada célula que compone tu cuerpo (y el de cualquier ser vivo) contiene ADN, que no es más que una molécula, y este ADN se "copia" al crearse nuevas células (por división celular, mayoritariamente). Es decir, cuando pasas de una a dos células, también tienes que pasar de una a dos moléculas de ADN, idénticas entre ellas, puesto que una es copia de la otra. Lo mismo pasa con otro tipo de células, las células sexuales (espermatozoides y óvulos en el caso del hombre y la mujer, respectivamente), sólo que no se copia el ADN, si no que se divide. Es decir, al pasar de una a dos células sexuales, el ADN no pasa de una a dos moléculas, si no que se divide por la mitad. De esta forma, al juntarse un espermatozoide y un óvulo se fusionan cada una de las mitades de ADN que contienen (mitad de la madre y mitad del padre), con lo que se obtiene una célula con una molécula de ADN completa. Esta célula irá dividiéndose y copiando ADN de forma exponencial, tal y como se explicaba antes. Así pues, en un futuro tendremos a un individuo cuyo ADN es una mezcla del ADN de sus padres. Cabe decir que la mitad de ADN que contiene cada célula sexual es aleatoria, es decir, cada célula sexual contiene una mitad distinta del mismo ADN (no es exactamente aleatoria, pero es una forma práctica de expresarlo). A parte de todo este proceso, hay una cosa muy famosa llamada mutación. En el proceso de copia de ADN puede haber errores, la mayoría de los cuales no tienen mayor importancia, pero de vez en cuando se presenta uno de esos errores en el ADN que tiene alguna u otra repercusión en la célula y, a la larga, en el individuo, puesto que esta célula recién nacida con un error en su ADN se dividirá y traspasará este error a todas las células en las que se divida. Eso es una mutación, la repercusión en el individuo de un fallo a la hora de copiar el ADN de una célula a otra. 

¿Y qué tiene que ver este tema del ADN en la evolución? Bien, se ha demostrado que el ADN es lo que contiene los rasgos característicos de cada ser vivo, aquellos rasgos que no supieron explicar ni Lamarck ni Darwin, entre otros. Así pues, el ADN contiene la información necesaria para formar un individuo, sea cual sea, con todos los rasgos que ello implica. Y las mutaciones genéticas explican esos variabilidad de rasgos de cada ser vivo. 


Como puedes observar, cada paso que se da en este campo vuelve más confuso el tema, haciéndolo cada vez más difícil de estudiar y explicar. De todas maneras, mientras nada contradiga las ideas de Darwin, de Mendel y de la genética en general, podremos suponer el neodarwinismo como la mejor explicación a la evolución biológica, la primera en estudiarse, aunque no la más interesante. De ésta se derivan los estudios en evolución molecular, evolución humana, evolución cultural... Toda un campo contenido en la biología, hoy en día considerada ciencia gracias a los esfuerzos de Lamarck.